Reciclar la vida
Un
hombre caminaba encogido bajo una fina lluvia que barnizaba de reflejos la
noche. Se adentró en un callejón del que
salió con un bulto bajo el brazo mirando de soslayo. Tenía una cita. Esperaba
vender su mercancía a unos mafiosos que traficaban con órganos humanos.
Aceleró el paso al tiempo que un gemido compartió el sonido del agua al caer
sobre el asfalto. El hombrecillo sintió entonces cómo la culpa taladraba sus
entrañas, lo que le hizo desviarse de su ruta hasta llegar al muro de las tapas
de colores donde se tira la basura. Eligió la que tenía un botón rojo. Depositó dentro lo que llevaba encima y salió corriendo mientras la luz parpadeaba. Un cartel anunciaba: bebés abandonados.
Mar Lana
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