Hermanos gemelos
Al volver en mí, vi que él me había quitado el
traje, las llaves del Mercedes y las de casa. Cuando se despojó de la barba y las gafas,
reconocí aquellos ojos llenos de resentimiento que sólo comparaban y casi siempre
restaban. Después de someterme a un violento interrogatorio, me dejó amordazado y
atado a una silla. Puso un catalejo ante mí que apuntaba al edificio de
enfrente, donde estaba el ventanal de mí casa. Pude mirar, impotente, cómo besaba y
acariciaba con lujuria a mi mujer. Con un movimiento de la mano dejó caer la
persiana en un fundido en negro.
Mar Lana