El ilusionista
El mago se situó en el círculo que el
foco proyectaba sobre el escenario. Enseñó las manos al público y extrajo de su levita un amplio pañuelo de seda rojo con lunares negros que agitó en el
aire. El pañuelo flotaba, irradiaba una belleza cautivadora al ondear que
hipnotizaba las miradas. Lo plegó con destreza y lo introdujo en el puño.
Con un gesto fugaz, su mano lo desplegó de nuevo. Ahora era negro con un
círculo blanco en el centro. Los aplausos arreciaron. Entonces mostró su faja
explosiva al saludar. Y la sala se tiñó de rojo y negro.
Lana Pradera
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